Alegría, angustia, dolor, disfrute… Innumerables sensaciones diferentes produjo River en Avellaneda. La última fue de desahogo, cuando Pezzotta pitó el final y River se quedó con los tres puntos ante Racing. Una victoria necesaria, construida por dos pilares fundamentales: la zurda de Lamela para crear la jugada que terminó en el gol y la magnitud de la figura de Carrizo abajo de los tres palos. Con un jugador menos durante más de 45 minutos, por la expulsión de Juan Manuel Díaz, River resistió, peleó, dejó el alma y se llevó tres puntos esenciales que lo mantienen en la parte de arriba.
River da lugar para todo dentro de los 90 minutos. Propuso un gran primer tiempo, con la conducción de un Lamela que esta vez no tuvo un acompañante a su lado, dado que JJ López prefirió que Funes Mori acompañara a Pavone en la delantera, ya que Buonanotte fue papá en la madrugada. El principal fundamento del equipo fue progresar por la zona izquierda, con Lamela y JM Díaz, sobre el sector de Pillud. Por el otro lado, Ferrari tenía que estar atento por si se le venían Licht y Lugüercio.
River también descubrió que con los lanzamientos largos podía complicar a la defensa rival, aunque Funes Mori nunca pudo sacarle provecho a los vacíos. Las oportunidades estuvieron por ambos lados. Pero el que rompió el partido fue Lamela, con su apilada magistral, que tuvo punto final cuando fue derribado por Cahais adentro del área. Pavone lo cambió por gol para poner una ventaja que sería definitoria. En aquella primera parte, Lamela fue el argumento de River, además de la respuesta de la defensa para no dejar progresar a Hauche, Teófilo y Lugüercio.
Sin embargo, no pudo terminar en paz aquel primer acto, porque JM Díaz vio la segunda amarilla, que dejó a River con diez hombres. En el entretiempo, Jota Jota eligió retirar a un Pavone golpeado para darle ingreso a Pereyra y así tapar el hueco de la izquierda. Quedó Funes Mori como único punta y con el equipo replegado, más retrasado, a la espera de Racing.
El trabajo de la defensa fue destacado, con un Román excelso para ganar todo, Ferrero atento para mantener a raya a Teófilo, y Maidana también sólido para ser un portón. Ballón y Almeyda también luchaban. Hasta Lamela tomó el compromiso para retroceder y dedicarse a la marca. Todo River, con diez jugadores, tomó funciones defensivas, con la consecuencia de no tener ni un tiro al arco en el complemento, para buscar sostener el triunfo.
Racing no necesitó de ideas ni de argumentos para llegarle a Carrizo, debido a la clara intención de River de esperar y aguantar cerca de su área, donde la fortaleza de su defensa se agigantó y frenó la mayoría de las acciones. El local empujó, ciego en ataque, pero empujó. Ahí fue el turno de Carrizo. Su tiempo de lucirse, de volar en los tiros libres, de exhibir los reflejos para sacar pelotas imposibles, como la de Lugüercio casi a quemarropa, o atorar rápido a Teo Gutiérrez. Una vez más, Carrizo terminó siendo la figura de River, con tapadas formidables para sostener la victoria.
Todo River respiró cuando llegó el final. Con un jugador menos, con Jota Jota expulsado, con las salidas de un Pavone golpeado y un Ferrari esguinzado, tras soportar 45 minutos de asedio y con un Carrizo enorme; el equipo de JJ López, solidario, comprometido y sacrificado, se quedó nuevamente la victoria en el Cilindro. Ya acostumbrado al sufrimiento, al nudo en la garganta y la incertidumbre hasta el minuto final, River volvió al triunfo después de dos partidos, algo vital, para las dos tables. Esto es este River: coraje, lucha, zozobra y alivio.